La respiración es la única función fisiológica que se puede realizar de modo consciente e inconsciente. Además, el intercambio de aire forma parte de la relación con el entorno, cuyo equilibrio o desequilibrio está en la base de la salud.
En este sentido, la medicina tradicional china sostiene que la buena salud depende de la interacción armónica del chi o energía vital del aire con el chi del cuerpo a través de los pulmones. Por tanto, la respiración es, a la vez, un puente entre la mente y el cuerpo y entre la persona y el entorno.
No es extraño que los ejercicios respiratorios formen parte de todas las técnicas de relajación.
Hacerla más lenta, profunda y rítmica influye inmediatamente sobre el estado de ánimo -es el mejor remedio para pasar de la ansiedad a la calma-y sobre el pensamiento. Concentrarse en la respiración es, de hecho, la manera más sencilla de meditar, de separarse de los propios pensamientos.
La respiración influye, a la vez, sobre el sistema nervioso somático -el voluntario- y el autónomo -el involuntario-. Por eso es el camino más corto para regular los procesos fisiológicos: el corazón reduce y regulariza los latidos, desciende la presión arterial, se normaliza el flujo de hormonas...
Cualquier restricción o impedimento en la respiración puede ser el origen de disfunciones y de enfermedades. Las técnicas de relajación que incorporan ejercicios respiratorios ayudan a recuperar la amplitud de los movimientos. La inspiración se hace más profunda, larga y menos costosa, la espiración más lenta. Se aprende a respirar siempre por la nariz y con el abdomen (con la parte baja de los pulmones).
A través de la práctica continuada se consigue que la respiración involuntaria sea mucho más armónica y sana. En pocas palabras, se hace de la respiración una llave maestra del bienestar.
Practicar con regularidad
Al principio, cuesta un poco relajarse durante el tiempo suficiente. Por eso conviene dominar alguna técnica que se adapte a las características personales. La mayoría se aprenden sin dificultad, otras requieren una enseñanza mínima que se puede alargar como máximo a ocho sesiones de una hora y, posteriormente, una práctica regular diaria de no menos de un cuarto de hora, para poner en práctica todo lo aprendido y para beneficiarse física y mentalmente de ella.
En cualquier caso, la premisa básica es que hay que tener paciencia, no rendirse ante los pensamientos que se van agolpando y que sugieren hacer cualquier otra cosa antes que permanecer "haciendo nada". Con la práctica, cada vez resulta más sencillo cumplir el rito diario, sobre todo cuando los resultados positivos han comenzado a hacer acto de presencia. También ayuda el saber que la relajación puede ser más eficaz para prevenir o aliviar trastornos leves que muchas pastillas con potentes principios activos.
Además, la práctica no tiene ningún efecto secundario negativo y es perfectamente compatible con cualquier tipo de terapia o tratamiento.
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